Etiquetas

miércoles, 19 de mayo de 2010

Hellinger Sciencia Ciudad de México


Buenos días, con gusto Sophie y yo, hubiéramos querido estar personalmente presentes en este curso. Las circunstancias especiales en las que me encuentro, no lo permiten. Pero con el corazón estamos con ustedes.
De que a pesar de ello se hayan presentado al curso, muestra lo mucho que ustedes pueden volar con las propias alas, y saber lo que es bueno para vuestra experiencia.
Desde luego sabemos al mismo tiempo, que se hallan en buenas manos. En Constelaciones Familiares Alfonso y Angélica están unidos a nosotros desde el inicio y han seguido desarrollando el trabajo en forma propia. En este curso, con el corazón estamos con y junto a ellos.
Hace años escribí un cuento para aquellos que aún tienen el futuro por delante y que voluntariamente salen a su encuentro.
Con este cuento finalizamos nuestro saludo para ustedes.

La Plenitud

Un joven preguntó a su anciano:
-¿Qué te distingue a ti, que ya casi fuiste, de mí, que aún seré?
El anciano dijo:
-Yo he sido más.

Bien es verdad que el día joven, el que llega parece más que el viejo, ya que el viejo antes ya fue.
Pero también él, aunque aún esté por venir, tan sólo puede ser lo que ya fue, y se hace más cuanto más haya sido él también.

Como en su tiempo el viejo, también el joven al principio sube bruscamente hacia el mediodía, alcanza el cenit aún antes del pleno calor y parece ser que se mantiene.

Después, como más cuanto más tarde y como si su peso creciera y lo arrastrara, se inclina profundamente hacia la tarde y queda completo cuando, al igual que el viejo, hay sido el todo.

Pero aquello que ya fue no está pasando. Permanece porque ha sido, actúa aunque fue, y todavía aumenta por lo nuevo que le sigue ya que, como la gota redonda de una nube que pasó, lo que ya fue se hunde en un mar que permanece.

Sólo lo que nunca pudo ser nada porque los dejamos pasar sin experimentarlos, porque lo pensamos sin hacerlo y lo desechamos sin pagar el precio por lo que elegimos, eso sí está pasado. De ello no queda nada.

Así, pues, el Dios del tiempo justo se nos presenta como un joven que lleva un mechón delante y una calva detrás. Por delante podemos asirlo por el mechón, por detrás tan sólo cogemos el vacío.

El joven preguntó:
-¿Qué debo hacer para que de mí se haga lo que tú ya fuiste?

El anciano respondió:
-¡Sé!
Berth Hellinger